Tiempos de plomo

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Las Asociaciones obreras y en especial las libertarias, dispusieron siempre de esas estructuras de autodefensa no paramilitares que se nutrían de los numerosos grupos de afinidad que existían en las mismas. La historia de los Grupos de Defensa del Anarcosindicalismo es tan antigua como la historia del asociacionismo obrero. Los militantes que los integraban no eran profesionales de la pistola ni de la revolución. Sus miembros no eran profesionales de la violencia. Eran, simple y llanamente, Obreros.

Eran trabajadores manuales e intelectuales anónimos, en la mayoría de los casos. Los nombres de la mayor parte de sus componentes no han transcendido, solo los de aquellos en quienes recayó la responsabilidad del cargo. Sus herramientas de combate, más que la pistola o la dinamita, fueron la solidaridad y el apoyo mutuo.

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