Viejo

Viejo es la constatación de que la muerte existe, de que el tiempo nos lleva, inevitablemente, hacia allí, y de que todo lo hecho y vivido es irrepetible. El autor parte de la mirada al otro como mortal para descubrir su propia mortalidad, para hacernos ver, paradójicamente, que no hay vida si no hay muerte. De alguna manera, solo tras la toma de consciencia de esta comienza la vida.

Sin muerte no hay poesía. Cada poema es una batalla, una lucha contra el contrincante más duro, el tiempo, tanto para atraparlo como para dar cuenta de él. Por eso Viejo contiene voces que hablan del dolor, de las pérdidas, de las heridas o de los miedos, pero también de las reconstrucciones y de la aceptación. Lo hace con dureza pero, a la vez, con optimismo. Viejo mira al yo con la esperanza de que ese yo no exista más que en sus representaciones, y de que la vejez solo sea una máscara más en la que vivir.