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Michael Hardt Live Declaration Tour

“El debate político y constitucional tiene que reabrirse (…) ¿Cómo puede la multitud tornarse en príncipe de las instituciones del común de tal suerte que reinvente y realice la democracia? (…) debemos crear una multitud capaz de acción política democrática y del autogobierno del común”.

Negri y HardtDeclaración

 

En el año 2011, los endeudad@s, mediatizad@s, seguritizad@s y representad@s del mundo se levantaron en diferentes insurrecciones que sirvieron para declarar la obsolescencia de los regímenes dictatoriales y de los sistemas democráticos que rigen la actual fase del capitalismo financiero. El deseo de democracia constituye al mismo tiempo la base común y las formas expresivas de Occupy, el 15M y las Revueltas Árabes, alzamientos movilizados por un claro y preciso “no nos representan”, con diferentes declinaciones en función del contexto pero todos ellos dirigidos a una suerte de “Antiguo Régimen” solamente democrático en apariencia y gobernado por las fuerzas de lo que se ha venido a llamar el 1% o dictadura financiera.

 

Declaración comienza especificando que no se trata de un manifiesto, sino de un conjunto de ideas extraídas de las prácticas de 2011, útiles, todas ellas, para alimentar el paso de la declaración, a rebelarse contra la crisis y la falsa de democracia, a la constitución, es decir, la creación de instituciones y nuevos derechos a partir de los prototipos organizativos que se han dado en las redes y en las plazas.

 

El libro consta de tres partes y un epílogo. La primera parte,Figuras subjetivas de la crisis, define la crisis como una fábrica de producción de subjetividad de la que emergen los grupos sometidos de los endeudad@s, seguritizad@s, mediatizad@s y representad@s. De alguna manera, las insurrecciones ponen sobre la mesa el desacato colectivo ante el robo de la potencia social que la hiper fragmentación y las reglas del actual contexto histórico tratan de bloquear. Ante la subjetividad sometida, las resistencias creativas activan el reto de transformar la deuda en vínculo, la representación en autoorganización, la mediatización en producción de verdad descentralizada y la “seguritización”, esto es la vigilancia y represión extremas, en formas de contralegislación, protección y gestión del espacio público de abajo a arriba y no al revés. En este sentido, el contexto del Estado español es particularmente rico en ejemplos que sirven para contrastar la validez de este análisis desde la carne de las luchas.

 

La segunda, Rebelión contra la crisis, parte trata de imaginar las instituciones del común a partir de luchas que han tenido lugar, en algunos casos, antes del 15M y, en otro caso más, a partir de debates intelectuales sobre una planificación de la vida en su complejidad que integre y permita la participación vinculante en la toma de decisiones. El agua, la educación y los bancos podrían ser pensados como instituciones del común, es decir, como bienes cuya propiedad residiera en la población y no en el Estado. Esto conllevaría una gestión mucho más participada y confiada en el sentido común, es decir, una gestión en la que para conservar el agua, acceder a todos los niveles educativos y planificar colectivamente el funcionamiento de un banco y la distribución de la riqueza habría que contar con la inteligencia colectiva para obtener un funcionamiento lo más óptimo posible de la democracia. Una creciente indistinción entre lo público y lo privado ha llevado a la emergencia de prototipos de instituciones del común que cabe encontrar, por ejemplo, en los debates y las prácticas de las mareas ciudadanas de educación y sanidad, así como en otra miríada de grupos sociales a nivel global que están replanteando el modelo de democracia a seguir a partir de sus mundos cotidianos y del conocimiento de conjunto de determinados bienes comunes.

 

El tercer capítulo, Construir el común, aborda la idea de las revueltas de 2011 como prefiguración de un poder constituyente articulador de nuevas funciones legislativas, ejecutivas y judiciales de la multitud. Salvo en los casos en los que sea estrictamente necesario mantenerlo, prescindir del marco estatal parece ser un horizonte posible en un plazo no determinado, sin que el libro proponga estrategias, tácticas o perfeccionamientos de las formas de organización nacidas en 2011 y de las que se han derivado una enorme cantidad de experimentos políticos. Declaración introduce una serie de preguntas a este respecto tipo ¿cómo ha de funcionar la producción normativa en un contexto en el que se manda obedeciendo?, ¿cómo se pueden obtener planificaciones participadas de todos los aspectos relativos a la democracia, a la riqueza y a la sostenibilidad?, ¿quién ha de interpretar en última instancia la Constitución?, ¿cómo ha de funcionar un sistema judicial verdaderamente democrático?

 

Finalmente, el epílogo, Lo que viene es el acontecimiento comunero, arroja luz sobre la figura del comunero o comunera. Así como el panadero hace pan, la tejedora teje o el cultivador cultiva, el comunero o comunera “comuniza”, es decir, trabaja para el común (y no solamente trabaja). Además de repensar la democracia, en los términos expuestos hasta este punto, “comunizar” también consiste en prepararse para un acontecimiento inesperado. En cualquier momento, debido a la fuerza destituyente de los movimientos o a un fallo de un sistema con tendencias suicidas, la coyuntura puede ofrecer posibilidades para una transformación sistémica que ya se está gestando y que se puede acelerar.

 

Desde la Fundación de los Comunes hemos pensado que el libro nos puede servir para pensar, a partir de debates situados en diferentes ciudades, problemas como el tiempo de los movimientos, los contrapoderes, la crisis sistémica y la posibilidad de salir de ella con una democracia del común, es decir, una democracia donde la toma de decisiones, la gestión y la propiedad de lo que es común sea también común. Para ello, necesitamos entender qué supone la exigencia de una democracia real que se manifestó y se sigue proponiendo en los debates y prácticas de la constelación 15M. Seguramente, podemos partir de la idea de que ya estamos inmersos en un proceso destituyente-constituyente que expresa la capacidad social de constituir lo que se llama una democracia distribuida. Esta idea, sumada a todas las aportaciones de Declaración y a los avances de la propia coyuntura, puede servir como concepto de partida para intentar avanzar en la conformación de un nuevo sistema regido por mecanismos de participación y organización social acordes con la subjetividad que las insurrecciones recientes expresan.


Michael Hardt   (Washington DC, 1960), es un teórico literario y filósofo político   estadounidense, conocido sobre todo por ser autor, junto a Antonio  Negri, de Imperio, publicado en 2000. Esta obra fue considerada  como el “Manifiesto Comunista del siglo XXI”. Hardt y Negri sostienen  que las fuerzas de opresión de clases contemporáneas, globalización y  mercantilización de servicios (o producción de afectos), tienen el potencial de producir un cambio social de dimensiones sin precedentes. Una secuela, Multitud: Guerra y Democracia en la era del imperio, publicada en agosto de 2004, amplía la noción, ya propugnada en Imperio, de la multitud como posible locus de un movimiento democrático de proporciones globales. La parte tercera y final de la triología, Commonwealth,  apareció en el otoño de 2009. En esta obra, Hardt y Negri ofrecen un  marco de referencia a partir del cual restaurar el significado de  conceptos corrompidos del vocabulario político. Además, elaboran sus  sugerencias previas de que el cambio social puede conseguirse a partir  de las formas actuales de opresión, junto a la necesidad de repensar lo  común en el comunismo para que el cambio realmente tenga lugar.

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