Tinta libre 99
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En la era de las plataformas las palabras pierden peso y el significado se vacía o se cambia por un icono. El idioma al mismo tiempo tiene que registrar palabras nuevas que se incorporan cada día al habla o cambian el significado que tenían por otras nuevas acepciones. En febrero pasado la RAE incorporó covid; términos como brutal ha pasado a ser sinónimo de estupendo; anglicismos como call o rider llaman a la puerta del diccionario cada día. Algo que puede ser positivo, más velocidad, más hablantes que deciden el rumbo del idioma, puede derivar en negativo: la pérdida de la etimología y la fragilidad de la cultura. Como dice el director de la Real Academia Galega, Víctor Freixanes, mantener viva una lengua es mantener una ilusión colectiva.
Hablamos este número de febrero de tintaLibre en varios idiomas y nos centramos en las lenguas del Estado porque a menudo se olvida que existen, además del castellano, el gallego, el euskera y el catalán. Hablamos no de la inmersión y del conflicto que parece que solo estremece a los del monocultivo cultural sino de un asunto mucho más preocupante que ataca de raíz la diversidad de culturas: comprobado está que las máquinas de la inteligencia artificial, o sea, las grandes corporaciones del capitalismo de la atención, hablan inglés, un inglés no precisamente de Shakespeare.
Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, lo tiene claro en la larga entrevista que nos concede: Creo que utilizar la lengua para defender las identidades abiertas es fundamental. Las identidades cerradas consideran al otro como una amenaza y hacen imposible la convivencia. En este sentido, resulta encomiable reseñar que una de las autoras más leídas en catalán, Najat El Hachmi, se exprese indistintamente también en castellano y en tamazigh, su lengua materna bereber. No menos lírica es la reflexión de una poeta de Lekeitio, Miren Agur Meabe, último Premio Nacional de Poesía, que sigue hilando en euskera su obra sin importarle mucho que no la conozcan más allá de su barrio: Mi opción es la de ayudar a que el aliento de una de las lenguas más antiguas de Europa perviva como un bien cultural.
Parece que la Real Academia y Fundéu, que tanto nos ayuda a los periodistas, se reúnen ahora bajo un mismo techo. No sabemos bien si la Academia necesita una revisión urgente o si las palabras urgentes se han vuelto académicas. Razón de más para echar mano en estas páginas al control remoto: la Gramática de Nebrija (1492) y el Tesoro de la Lengua Castellana (1611) de Sebastián de Covarrubias o revisitar un estupendo caso del pasado reciente: María Moliner la lexicógrafa que atiende en nuestras Conversaciones en el más acá la visita de José Ángel Mañas.
Hablamos este número de febrero de tintaLibre en varios idiomas y nos centramos en las lenguas del Estado porque a menudo se olvida que existen, además del castellano, el gallego, el euskera y el catalán. Hablamos no de la inmersión y del conflicto que parece que solo estremece a los del monocultivo cultural sino de un asunto mucho más preocupante que ataca de raíz la diversidad de culturas: comprobado está que las máquinas de la inteligencia artificial, o sea, las grandes corporaciones del capitalismo de la atención, hablan inglés, un inglés no precisamente de Shakespeare.
Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, lo tiene claro en la larga entrevista que nos concede: Creo que utilizar la lengua para defender las identidades abiertas es fundamental. Las identidades cerradas consideran al otro como una amenaza y hacen imposible la convivencia. En este sentido, resulta encomiable reseñar que una de las autoras más leídas en catalán, Najat El Hachmi, se exprese indistintamente también en castellano y en tamazigh, su lengua materna bereber. No menos lírica es la reflexión de una poeta de Lekeitio, Miren Agur Meabe, último Premio Nacional de Poesía, que sigue hilando en euskera su obra sin importarle mucho que no la conozcan más allá de su barrio: Mi opción es la de ayudar a que el aliento de una de las lenguas más antiguas de Europa perviva como un bien cultural.
Parece que la Real Academia y Fundéu, que tanto nos ayuda a los periodistas, se reúnen ahora bajo un mismo techo. No sabemos bien si la Academia necesita una revisión urgente o si las palabras urgentes se han vuelto académicas. Razón de más para echar mano en estas páginas al control remoto: la Gramática de Nebrija (1492) y el Tesoro de la Lengua Castellana (1611) de Sebastián de Covarrubias o revisitar un estupendo caso del pasado reciente: María Moliner la lexicógrafa que atiende en nuestras Conversaciones en el más acá la visita de José Ángel Mañas.
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EAN :9789200404795
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Año 1ª edición :2022
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Editorial :
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